viernes, 25 de marzo de 2011

Relato español

EL CANELAZO.
El 14 de junio del 2003, a eso de las tres de la tarde todo transcurría normalmente, la calma y la tranquilidad sobresalían en el barrio Ciudad Montes.
En mi casa situada en la diagonal 18 b sur # 45ª 13 actual Cll. 18 sur # 50ª13, se encontraba un niño de contextura delgada, pelo castaño, ojos claros y de aproximadamente unos 9 años de edad, me gustaba mucho comer dulces en especial, unos llamados “canelazos” picantes estos, pero solo los tenían en una droguería al otro lado de la calle.
Le dije a mamá que quería uno de esos dulces y ella me contesto muy amablemente, -“lucho” acabe las tareas primero y luego yo misma lo acompaño a la tienda para que compre los dulces-.
Yo accedí a su oferta y por ende inicie mis tareas pero, no me pude contener, era tanto el gusto que le tenía a ese dulce que no le hice caso a lo que mi madre me había indicado y mi argumento para haber realizado lo que más adelante contare fue, que yo le había dicho a mamá que quería el dulce, más no que ella me lo comprara, me había tomado la libertad de guardar dinero de mis onces para invertirlos en estos dulces.
Sin que mi madre se diera cuenta baje lentamente del segundo al primer piso de mi casa sin hacer menor susurro, y evitando que mi madre se diera cuenta, de mi acto, logre salir de la casa.
Una vez afuera, me empeñe en conseguir ese dulce, sin importar los riesgos que esto implicase, te preguntaras que riesgos puede correr un niño de 9 años que sale de su casa solo y sin permiso de su madre a comprar un dulce en una tienda al otro lado de una avenida principal.
Cuidadosamente, me encamine en dirección hacia la “50” para cruzar sus dos carriles, los semáforos estaban en rojo y  fácilmente pude pasar hasta el otro lado de la avenida, habiendo echo esto me puse en marcha.
Ya en la droguería, buscaba en los estantes mi tan anhelado “canelazo” y el tendero me dijo – ¿lucho que lo trae por acá, lo de siempre?
Le contesté, si señor pero hoy vengo por 5, realizada mi compra, inicie mi camino de vuelta a casa y nuevamente con mucho cuidado empecé a atravesar la “50”, un bus estorbaba mi vista, empecé a cruzar la calle pero antes de llegar a la mitad de está, todo se volvió negro, por un instante supe que era estar inconsciente, sentí que me elevaba y caía bruscamente en el separador de la avenida
Pasados escasos 7 minutos, recobre la consciencia, un mundo a mi alrededor estorbaba mi vista, pero yo no sabía que pasaba, donde esteba, ni porque allí estaba.
Cuando gire mi cabeza para mirar de donde provenían unas sirenas, sentí un fuerte punzón que de inmediato hizo que gritara de dolor, todos decían quieto papa que todo va a estar bien, y pregunte, ¿Por qué, luego que sucedió? .
Me explicaban que cuando iba cruzando un carro me embistió, arrojándome del otro lado de la avenida y haciendo que mu cuerpo chocara contra unos de los postes de luz que hay en esta avenida.
Lo primero que se me vino a la cabeza fue, que había dejado entre cerrada la puerta de la casa, y de la muenda que mi madre me iba a dar por desobedecerla jajajajaja.
A los pocos minutos de que los paramédicos me auxiliaran, mis ojos buscaban un rostro conocido de entre la multitud, y bingo! Lo encontré, un vecino que de inmediato fue a avisar a mi madre lo que me había sucedido, nadie podía creer lo que me había ocurrido.
Diez minutos después mi madre llego al lugar de los hecho, me abrazo y sentí una lagrima entre mi cara moreteada por el impacto y le roge que me perdonara por no haberle hecho caso, que no me castigara ni que me fuera a pegar.
Ella me miro y me dijo hijo porque lo hizo miré como tiene esa carita vuelta nada, y como toda mamá limpiando la suciedad de mi cara con su dedo y su saliva. Me subieron a la ambulancia y comenzó mi largo y doloroso camino al hospital, las miradas, aunque eran de preocupación, me intimidaban.
Me tomaron una radiografía y descubrieron una seria fractura en mi maxilar inferior, inmediatamente me remitieron a una habitación para colocarme el suero y prepararme para una cirugía al otro día, mi madre me decía que no lo volviera hacer que no sabía el sufrimiento que estaba pasando por un simple capricho mío.
Al otro día me internaron en sala de cirugía, me acuerdo que los doctores me hacían reír con chistes mientras colocaban una máscara en mi cara y de un momento a otro quede profundo, al despertar mi madre me recibió con suaves caricias y me dijo como se siente papito y yo le dije que raro, al intentar abrir la boca sentía una presión que me lo impedía.
Mamí que tango le pregunte, y mi doctor respondió que habían puesto un cerclaje en mi boca para que las fractura la cual había reparado con una platina sanara sin mayor complicación. ¿Cuánto tiempo tengo que tener esto doctor?  Aproximadamente tres meses respondió.
Pasados tres meses estaba totalmente bien, ya podía comer sólidos, y me llamaron para internarme nuevamente en cirugía para extraer mi cerclaje, a las dos horas estaba ya consiente del todo y mi madre me dijo lucho ojala eso le haya servido de experiencia y no siga siendo tan desobediente y adivinen qué, me después de la cirugía lo primero que me dio mi madre fue un “canelazo”.
A partir de esta experiencia mi vida cambio significativamente y nunca más hare cosas que puedan poner en riesgo mi integridad ni mi vida.

  
    

  



viernes, 4 de marzo de 2011